El griterío
El eco de los gritos reaparece en cada
curva y cada esquina
junto a carretas y autos fosilizados en la carretera.
Son muchas las cosas en las que
quieren que pongamos nuestra atención
como para pretender escucharlas
a todas.
Pensábamos en un recorrido lo
más parecido a alguna escena de Miyasaki.
Arriba, el horizonte encandila a las miradas,
por lo menos así no enceguecen por el esfuerzo
pues nadie mira hacia ambos costados,
nadie quiere mirar a los que
gritan
porque nos podríamos quedar
conversando indefinidamente
detenidos momentáneamente en un
bar
o quizás muertos, amarrados a
alguna pareja o más perdidos que antes.
El mismo pozo en medio del
camino para ahogar los gruñidos,
el mismo vaso para aplacar la
sed de tatarabuelos y nietos
¿Acaso no comienzas a sentir angustia?
Inevitablemente
hijos, sus hijos y los abuelos
beberán juntos, en
ningún momento
porque ellos no sabían
que esta vieja carretera
era un proyecto
político
para que no pudieras
ver en la oscuridad.
Mientras pusiste el
primer pie en tierra, casi como saltando al mar
los gritos se
transformaron en risas burlonas.
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